Hace pocos años, hubo un cura en mi pueblo al que le gustaba bajar
todas las noches de los sabados al cementerio a invocar a los
espiritus.
Yo entonces tenía 13 años. A mis amigos y a mi nos gustaba contemplarle desde un mirador que había a 500 metros escasos.
Una noche fría de últimos de Noviembre, estabamos allí solo 6 chicos,
entre ellos yo, a esperar a que el cura, que por cierto se llama Jose
Antonio, bajara. Y, el reloj de la iglesia dio las once de la noche.
Apareció entonces Jose Antonio, abrigado con su sotana negra y una
bufanda. Llevaba consigo, como era de costumbre, un farol de los
antiguos de los que iban con gasolina.
-¡Buenas noches, Jose Antonio!-le gritamos.
-Buenas noches chavales
Él bajó y abrió la siniestra verja y entró. Se adentró en lo más oscuro
del cementerio. Cuando ya estaba casi en el final, se le apagó el farol
y se quedo a oscuras.
Nosotros discutiamos que si debiamos bajar a ayudarle a salir, porque
ese cementerio de noche a oscuras es un laberinto. Mientras
discutiamos, el cura salio del cementerio con el farol otra vez
encendido.
-¡Que tio!-exlamó uno de mis amigos
Cuando de nuevo paso por nuestro lado, le volvimos a desear buenas
noches, pero esta vez no nos contesto. Llevaba la cara tapada con una
capucha. Al día siguiente, bajamos para ver lo que había dejado por
allí, porque siempre dejaba alguna sorpresilla.
Pero esta vez nos encontramos un SORPRESON.
Al lado de una tumba que estaba partida en dos, estaba el cura tirado
con su farol al lado y roto. Estaba helado de frío, pero vivo. Llamamos
una ambulancia que le llevó al hospital de inmediato.
Una semana después, aquellos seis fuimos a visitarle al hospital. Él me
agarró de la mano y, con pánico reflejado en su pálida cara, nos dijo:
-¡Le vi salir de la tumba y tirarme el farol al suelo! ¡Me dijo que era un enviado de Satanas y me desmalle!
Nos recorrió un escalofrío por el cuerpo. ¿Quien sería aquello que vimos subir con capucha?